Con motivo de su centenario, ofrecemos una selección de textos en los que don Álvaro del Portillo transmite la doctrina de la santificación en el trabajo profesional y en la existencia ordinaria que aprendió de labios de San Josemaria.
Fuente: josemariaescriva.info
¡Jesús nos quiere santos! Éste es el mensaje que con fuerza inagotable y durante más de cincuenta años hizo resonar monseñor Escrivá de Balaguer, altavoz de Cristo; mensaje que alcanza los corazones de jóvenes y de ancianos, y que el Concilio Vaticano II ha renovado para los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que aunque parecen afanarse persiguiendo sólo ideales pasajeros, tienen en el fondo un hambre insaciable de Dios, y a Dios buscan aun cuando no lo saben. Si como cristianos llevamos al Redentor con nosotros, dentro de nosotros [...], entonces verdaderamente deberemos hacer presente a Cristo en nuestro camino: hacerlo conocer, hacerlo amar.
Homilía en un aniversario del fallecimiento de san Josemaría. Roma, basílica de San Eugenio, 26-VI-1982 Publicado en Una vida para Dios, cit., pp. 214-215
Por este camino de contemplación vivida en el ámbito de las ocupaciones terrenas, el Espíritu Santo condujo al beato Josemaría hasta las más altas cumbres de la vida mística, a la unión con la Trinidad divina. El diálogo filial con Dios se hacía entonces tan íntimo que —como él mismo explicaba— «sobran las palabras, porque la lengua no logra expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, i se mira! Y el alma rompe otra vez a cantar con cantar nuevo, porque se siente y se sabe también mirada amorosamente por Dios, a todas horas» (AdD 307) [...].
Mi corazón rebosa de emoción al testimoniar hoy, aquí, con profunda gratitud a Nuestro Señor, que duran¬te cuarenta años, un día después de otro, he presenciado la vida santa del beato Josemaría, su amor a Dios y a to¬das las almas, su heroica correspondencia a la gracia de Cristo, que Dios concede copiosamente a quienes son humildes (cfr. 1 Pe 5, 5) [...].
«Mirando la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo —enseña el Concilio Vaticano II— nuevos motivos nos impulsan a buscar la ciudad futura (cfr. Hb 13, 14 y 11, 10) y al mismo tiempo aprendemos el camino más seguro por el que, entre las vicisitudes mundanas, podremos llegar a la perfecta unión con Cristo» (LG 50). La santidad alcanzada por el beato Josemaría no representa un ideal imposible; es un ejemplo que no se propone sólo a algunas almas elegidas, sino a innumerables cristianos, llamados por Dios a santificarse en el mundo: en el ámbito del trabajo profesional, de la vida familiar y social. Es un ejemplo clarificador que muestra como las ocupaciones cotidianas no son un obstáculo para el desarrollo de la vida espiritual, sino que pueden y deben transformarse en oración; él mismo anota por escrito en sus apuntes personales, con cierta sorpresa, que vibraba de Amor a Dios precisamente «por la calle, entre el ruido de los automóviles, de los medios públicos, de la gente»; incluso «leyendo el periódico» (Apuntes íntimos 673). Se trata de un ejemplo particularmente cercano, porque [...] ha vivido entre nosotros: muchos de los aquí presentes lo habéis conocido personalmente. Él participó con intensidad en las angustias de nuestra época, y precisamente en las actividades diarias, mediante el cumplimiento fiel de los deberes cotidianos en el Espíritu de Cristo (cfr. Colecta de la Misa de san Josemaría), ha alcanzado la santidad.
Homilía en una de las Misas de acción de gracias por la beatificación del Fundador del Opus Dei. Roma, plaza de San Pedro, 18-V-1992. Publicado en Romana, VIII (1992), pp. 30-31
El deseo de san Josemaría fue siempre] unir a todas las almas con la Iglesia y con el Papa, para llevarlas a Jesús por María. ¡A todos!, pues aunque seamos pocos en la inmensa muchedumbre de la humanidad, si damos plenamente nuestra vida a Dios seremos como el grano de sal, capaz de dar sabor; como la pequeña cantidad de levadura, apta para fermentar toda una masa; como esos luceros que iluminan y dan relieve a la inmensa oscuridad del firmamento. «Lo que el alma es en el cuerpo eso son los cristianos en el mundo» (Epístola a Diogneto 5). Cristo, uno solo, dio su vida por todos (cfr. Jn 11, 15), y cada uno de nosotros podremos ser sal, luz y levadura, si nos identificamos con Él y damos nuestra vida para la gloria de Dios Padre.
Homilía en una de las Misas de acción de gracias por la beatificación del Fundador del Opus Dei. Roma, basílica de San Eugenio, 21-V-1992. Publicado en Romana, VIII (1992), p. 60
A quienes conocimos y tratamos íntimamente al beato Josemaría en la tierra, no nos extraña su desbordante actividad en el Cielo. Cuando vivía entre nosotros no le eran indiferentes las penas, las alegrías, las necesidades espirituales y materiales del prójimo. Con ese corazón grande que Dios le había concedido, siempre dispuesto a derramar amor, sufría con los sufrimientos de los demás, se llenaba de júbilo en sus momentos de gozo, se desvivía por aportar el remedio de su oración y de su penitencia en favor de cuantos se lo pedían. Ahora, con el poder de intercesión que Dios le ha concedido, el Fundador del Opus Dei sigue ocupándose de cada una, de cada uno de los que acuden a su intercesión, con el cariño de un padre y la eficacia de un santo. Nos lo prometió repetidas veces mientras vivía con nosotros en la tierra, cuando afirmaba que desde el Cielo, por la misericordia de Dios, podría ayudarnos mejor. Y ahora está cumpliendo su promesa.
Sí, recurramos a su intercesión y al mismo tiempo, siguiendo sus huellas, pidamos la gracia de saber impreg¬nar de sentido cristiano toda nuestra existencia, desde las cuestiones más importantes a las más pequeñas, porque en todas ellas Dios nos está esperando.
Homilía en la fiesta del entonces beato Josemaría. Roma, basilica de San Eugenio, 26-VI-1993. Publicado en Romana, IX (1993), p. 42
Ahora que nuestro Padre [san Josemaría] nos mira desde el Cielo, vamos a pedirle que nos obtenga del Señor la decisión de alzar nuestros ojos para descubrir más intensamente aún la plena dimensión de nuestro trabajo: el compás divino, que lleva al orden sobrenatural todas las ocupaciones de este mundo, cada día con mas Amor.
Discurso durante el acto in memoriam de san Josemaría. en la Universidad de Navarca Pamplona, 12-IV-1976 Publicado en Una vida para Dios, cit., p. 59