"Nací en las afueras de San Petersburgo. Mis padres eran profesores, gente buena y honrada pero, como la mayoría de los que crecieron en la Unión Soviética, no hablaban de Dios a sus hijos.
En mi primer contacto con la fe, lo que más me atrajo fue la confianza que me producía el testimonio de personas que confesaban a Jesucristo, pero mi mundo interior cambiaba poco. Para mí, Dios era una cosa más, del que solamente me acordaba en momentos de dificultad.
Todo cambió en 2007, cuando la chica que cuidaba a mi hijo empezó a llevarlo a la iglesia católica de San Juan Bautista de Pushkin; yo, movida por la curiosidad, no tardé en ir también. La Santa Misa me devolvió una felicidad que solo había experimentado en la infancia.
A partir de 2008, algunas personas del Centro de la Obra en Moscú comenzaron a organizar un retiro en nuestra parroquia. En los retiros mensuales, y leyendo las obras de san Josemaría, entendí que ser cristiana no significa solo visitar al Señor una hora cada domingo, sino vivir constantemente en presencia de Dios.
Este año dejé mi puesto en una empresa prestigiosa de mi ciudad y comencé a trabajar en la editorial Piedra blanca, que publica y difunde libros de espiritualidad en ruso.
Mi nueva empresa es más pequeña, pero el desafío es mucho más bonito. Aunque puedan surgir dificultades, tengo la convicción de que Dios es más fuerte que las circunstancias".
Artículo publicado en www.opusdei.es