En Barcelona, unas cien voluntarias ayudan a las niñas del Raval a llegar algún día a la universidad
Cielo Anne viajó de Filipinas al Raval hace tres años, cuando apenas contaba once de edad. Acostumbrada a vivir en una casa, su pequeño piso de la calle Sant Gil se le antojaba claustrofóbico. El idioma era una barrera que la alejaba de todo. Además, echaba de menos a sus tíos, primos, amigos, conocidos… Pilar Costa, una de las cien voluntarias que desde la asociación Terral trabaja por la promoción de la mujer en general, y por la integración social y cultural de las nouvingudes más pequeñas del Raval en particular, explica que uno de los problemas de las familias de emigrantes es que carecen de colchón social. Están solas. No pueden contar con la ayuda de esa abuela que echa un vistazo a los niños después del colegio.
“Muchas de estas familias están desestructuradas –sigue esta catedrática de Filología francesa-. La madre se encarga sola de sus hijos, trabaja de sol a sol y no sabe si hacen los deberes o se pasan la tarde viendo la tele o merodeando por el barrio. La crisis agrava estas situaciones. Estas familias tienen cada vez más problemas de dinero. Nos encontramos con historias muy duras. Las niñas se olvidan poco a poco de sus estudios, sólo piensan en ponerse a trabajar cuanto antes y en muchas ocasiones sus padres también. Queremos evitar que se desvanezca su futuro. Echándoles una mano sientes equilibrio”.
“Cielo es muy buena estudiante, sobre todo de matemáticas –explica Laura Vall•llosera, estudiante de Comunicación Audiovisual, la voluntaria de Cielo-. Nuestro objetivo ahora es que se concentre con mayor rapidez. A veces charla demasiado”. En el Terral, cada niña tiene una persona que la ayuda. “Cielo y yo empezamos juntas el año pasado –sigue la universitaria-. Vengo un par de veces por semana. Estar siempre con Cielo la convierte en mi proyecto. Sus triunfos son los míos, y sus fracasos pues… Te implicas de corazón. Sólo pretendemos que las niñas no se desmoralicen, sigan adelante y lleguen a la universidad”. Cielo tiene dudas. Aun no sabe si será ingeniera o arquitecta. “Arquitecta, creo…”.
Terral nació en el 2002 para promocionar a la mujer, forjar ciudadanas autónomas, con futuro, ya sean de aquí o de allá. También trabajan con adultos, con cerca de 60 mujeres que aprenden catalán, castellano, informática, gestión del hogar… Pero las crías merecen una atención especial. Vinculada al Opus Dei, Terral vino a continuar la labor iniciada dos años antes por Braval, una entidad similar que se ocupa de lo chicos. Las bases cristianas no son obstáculo para trabajar con decenas de nacionalidades, religiones y culturas. La directora de Terral, Victoria Guindulain, dice que ya se han consolidado en el barrio. De hecho, ya suman más de 70 niñas.
Luis Benvenuty, La Vanguardia II.2011