Como muchos agricultores al finalizar octubre, Tona está terminando las tareas de la vendimia. Ella es cooperadora del Opus Dei y le encanta recordar cómo el espíritu del Opus Dei ha ido calando poco a poco en su familia y en su vida: “Saber que las cosas normales de mi vida como vendimiar, ocuparme de la paridera, alimentar a los animales o limpiar la granja de pollos son las que puedo ofrecer a Dios hace que mi trabajo sea algo importante, de mucho valor”.
Mezalocha es un pueblecito de la provincia de Zaragoza con apenas 200 habitantes. Allí nació Tona Navarro en el seno de una familia de ganaderos y agricultores. Creció rodeada de campos, viñedos y corderos y, al terminar el colegio, se inició como joven agricultora. Conocía a Ricardo de toda la vida, era un chico del pueblo como ella; se hicieron novios y se casaron.
Tona explica que las tareas en un pueblo son duras: “el campo y el ganado no entienden de horarios, ni de fines de semana, ni de frío ni de calor. Hay que estar siempre ahí”. En octubre ha finalizado la vendimia: “este año se ha adelantado por el calor y ha durado más de un mes. Hoy la vendimia no es como hace años cuando se recogía toda la uva a mano. Ahora la viña está mecanizada y sólo vendimiamos a mano la uva más selecta, la que servirá para elaborar vinos especiales”.
Esta joven agricultora es cooperadora del Opus Dei y cuenta cómo conoció el Opus Dei a través de fu familia. Sus padres, por ejemplo, se entusiasmaron en cuanto conocieron el espíritu de la Obra: “Mi madre era una rezadora sin control, trabajadora y con muchas amigas en el pueblo y en cuanto le hablaron de apostolado, de trabajo y de llevar un plan de vida con unas normas de piedad que ordenaran su caótica vida de rezadora sin control vio que lo suyo era ser supernumeraria”.
“Mi padre también se hizo supernumerario, pero tardó más. Le parecía muy complicado asistir a los medios de formación porque eran en Zaragoza que está a 32 kilómetros. Un día se le acerca su amigo Aurelio, un supernumerario de otro pueblo, y, antes de dejarle hablar le dice mi padre: “ya sé que me vas a preguntar si arre o so”. Puede parecer una expresión un poco brusca… pero mi padre es así, un hombre de campo. Al poco tiempo fue a decirle a su amigo que ya tenía una decisión tomada y éste le preguntó “¿Y qué va a ser arre o so? ¡Arre, arre!” le contestó mi padre”.
Tona dice con toda convicción que: “las enseñanzas de San Josemaría sobre el trabajo diario son una maravilla que debería conocer todo el mundo. Esa visión del trabajo bien hecho pero con cariño, en presencia de Dios y ofrecido a Dios me ha dado otra visión de la vida, con más sentido: mi trabajo es importante para Dios, yo soy importante para Dios”.
Momentos duros
Después de su boda con Ricardo pasaron varios años pero Tona no se quedaba embarazada. Un fibroma se lo impedía y los médicos dijeron que había que extirparle el útero. “Para consolarme, uno de ellos me dijo que me ayudaría a adoptar”.
“Saber que las cosas normales de mi vida como vendimiar, ocuparme de la paridera, alimentar a los animales o limpiar la granja de pollos son las que puedo ofrecer a Dios hace que mi trabajo sea algo importante, de mucho valor”.
“Mi madre le rezaba a San Josemaría con muchísima fe para que pudiéramos ser padres. Mi marido y yo también le rezábamos la estampa y, además, yo empecé a pedir ese hijo a una monja que iban a beatificar de un pueblo cercano a Mezalocha por esa época. Y un buen día, contra todo pronóstico, resultó que estaba embarazada”.
A los seis años de nacer la niña, Pilar, Tona dio un pequeño vuelco a su vida. La razón: su hija. “Yo sabía que iban a quitar la escuela de Mezalocha por falta de niños así que decidí venir a Zaragoza para que mi hija pudiera ir a un buen colegio. Encontré trabajo de cocinera en un centro del Opus Dei de hombres y después de cuatro años estoy muy contenta. Mi marido sigue atendiendo la granja y las tierras y yo le ayudo los fines de semana con las gallinas. ¿Qué diría de él? Que es una bellísima persona, buen padre, trabajador y que reza conmigo si se lo pido”.
“En esta última etapa de mi vida he podido observar de cerca a la gente del Opus Dei por trabajar en uno de sus centros y lo que más me llama la atención es que son gente que lucha, que se examina para saber cómo mejorar. Es cierto que todos tenemos defectos la diferencia es que unos se conforman con ellos y otros luchan por ser mejores personas.”
“¿Qué me llama la atención del Opus Dei? La forma de hacer las cosas, no sólo bien sino con cariño, cómo viven la presencia de Dios en el trabajo y, sobre todo, cómo cuidan a Dios”.