150 años han transcurrido desde que la Virgen María se le apareciera a una joven pastorcita en la localidad francesa de Lourdes, acontecimiento ocurrido el 11 de febrero de 1858.
150 años han transcurrido desde que la Virgen María se le apareciera a una joven pastorcita en la localidad francesa de Lourdes, acontecimiento ocurrido el 11 de febrero de 1858.
Aquel día, Bernardette Soubirous, una niña de tan sólo 14 años, iba en búsqueda de leña a una gruta cercana al pueblo, situado junto al río Gave y cercana de la frontera con España.
Al llegar al lugar se encontró con un riachuelo. Se detuvo para sacarse las medias y cruzarlo, cuando un ruido muy fuerte la obligó a alzar la vista. En aquél momento vio dentro de la gruta a una Señora vestida de blanco, con una cinta azul en su cintura. Ésta se encontraba descalza y de pié sobre una nube; sus pies estaban adornados por dos rosas del mismo color de la nube y tenía entre sus manos un rosario.
En los días posteriores hubo nuevas apariciones. En una de ellas pidió a la niña que se acercara a la gruta y que bebiera y lavase su cara con ella. En adelante, esa gruta sería el lugar de peregrinaje para miles de fieles que acuden a encontrarse con la Virgen en la Gruta de Lourdes.
Entre ellos, San Josemaría Escrivá, que fue en numerosas ocasiones. Casi siempre, para darle gracias; en algunas ocasiones, a solicitarle algún favor –como la salud de su hermana Carmen o el buen marchar de la Obra-; y siempre para manifestarle su amor de hijo.
El santo escribió en Forja: "Busca a Dios en el fondo de tu corazón limpio, puro; en el fondo de tu alma cuando le eres fiel, ¡y no pierdas nunca esa intimidad! —Y, si alguna vez no sabes cómo hablarle, ni qué decir, o no te atreves a buscar a Jesús dentro de ti, acude a María, «tota pulchra» —toda pura, maravillosa—, para confiarle: Señora, Madre nuestra, el Señor ha querido que fueras tú, con tus manos, quien cuidara a Dios: ¡enséñame —enséñanos a todos— a tratar a tu Hijo!".