“Necesitamos Cooperadoras como tú, que recen, que sonrían”. Estas palabras que, San Josemaría dirigía hace años a una Cooperadora, nos llegaron con la misma fuerza a todas las que tuvimos la suerte de participar en esta II Jornada de Cooperadoras. Era el sábado 19 de mayo y estábamos convocadas en Torreciudad. El año pasado se estrenaron las Cooperadoras de Aragón y de La Rioja, pero en esta ocasión nos unimos ya desde un buen número de localidades: Madrid, Bilbao, Valencia, Murcia, Albacete, Sevilla, Pamplona, Lérida, San Sebastián, Barcelona, Tarragona, Oviedo, Santiago, Valladolid, Igualada, y un largo etcétera. ¡Qué grupo tan numeroso, variado, colorista, alegre… y “explosivo”!.
Desde mayo del año pasado empezamos a darle vueltas para hacer un plan en el que participaran de toda España. Los correos electrónicos, con las distintas ideas, iban y venían. Y finalmente se perfiló el plan: ¡¡hacían falta testimonios de Cooperadoras!!. Y, entre los que iban surgiendo se concretaron tres: uno se haría por Vídeo conferencia y los demás, una española y otra italiana, podrían venir a la Jornada.
Pero según avanzaban los días el número de personas se desbordaba: ¡hay que buscar otro sitio, asegurar buena megafonía…! En Torreciudad nada es un problema, en menos de 24 horas ya estaba todo resuelto y preparado para recibir a las más de 400 Cooperadoras que iban a ir llegando desde todos los rincones.
La jornada iba a ser intensa: Sesión explicativa; relato de tres testimonios; Sta. Misa en el Santuario; última sesión; Sto. Rosario y Bendición.
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En la primera sesión Maite explicaba qué es una Cooperadora del Opus Dei. Nos recordó que contamos con toda la ayuda de la Obra que nos proporcionará la formación espiritual necesaria para procurar perseverar en la vida recta y vivir como buenos cristianos en medio del mundo; así podremos dar respuesta humana y cristiana a los problemas que se plantean en nuestra sociedad. No podemos olvidar que ser Cooperadoras del Opus Dei es un honor y una responsabilidad. - Un honor porque Dios cuenta con las Cooperadoras para llevar el mensaje de la llamada a la santidad a esta sociedad que se empeña en huir de la mano de Dios. - Un honor poder participar en la ayuda que la Obra da a la Iglesia a través de los apostolados que realiza en todo el mundo. Pero también es una responsabilidad porque hay que tomar partido. Fueron exigentes las palabras de San Josemaría que nos leyó: es preciso que los Cooperadores se convenzan de que tienen el deber de hacer algo bueno por los demás hombres, por la Iglesia, sabiendo que la ayuda divina no les faltará; y que cada alma ha de ocupar un puesto en la lucha entre el bien y el mal, seguros de que con esta colaboración activa será posible cambiar la mentalidad del mundo . Y nos explayó el alma verle afirmar en un fragmento de tertulia filmada: “Tu eres un gran cristiano si sonríes siempre (…) porque sabes que tienes la obligación de contribuir a la felicidad de todos”
Pero la sesión no terminaba ahí. Seguían los testimonios –que tanto nos gustan-. Para empezar nos conmovió Virginia que desde Hong Kong nos contaba una situación dura por la que había atravesado. Cuando llegó la prueba a su familia fue consciente de la fuerza que le había proporcionado los medios de formación recibidos y ¡con qué claridad entendió que la Cruz es una manifestación del amor de Dios Padre, una bendición!. Tenía mucha paz, quiso afrontarlo como hija de Dios y seguía luchando pero sabiéndose en sus manos. Estaba agradecida a Dios y también a la Obra ya que en todo momento notó la cercanía y apoyo de personas del Opus Dei y comprobó la fuerza de oración de toda la Obra. Es una realidad que a diario todos los miembros de la Prelatura rezan por los Cooperadores de la Obra. Es algo que está apuntalando su vida y necesitaba transmitirlo así, en familia.
Intervino también Giovanna, con toda su expresividad italiana. Nos narró su propia conversión y la ayuda espiritual que había recibido para encontrarse con Cristo. También comentó simpáticamente lo que ella ponía de su parte para colaborar con los apostolados. Y Amparo, valenciana, ya sólo pudo agradecer –no quedaba tiempo para más- ; agradecer todo lo que recibe porque le ayuda mucho en su vida profesional y familiar. Escuchándole nos sentimos identificadas con ella.
No nos habríamos movido pero había que seguir con buen ritmo para asistir a la Sta. Misa en el Santuario. Para algunas era el primer encuentro del día con la Virgen y tenían verdaderas ganas: ¡Qué bien se reza aquí! era el comentario espontáneo de unas y otras.
S. Josemaría quería que fuéramos “sembradores de paz y de alegría” y eso quedaba patente viendo los grupos que se iban formando para comer al aire libre - disfrutando del buen día que teníamos- o en la hostería las que prefirieron reponer fuerzas en el bufet que se había concertado para la ocasión.
Y seguíamos con el plan previsto. El salón de actos del edificio Benasque –igual que por la mañana volvía a estar al completo y el Rector del Santuario fue el invitado de esa primera hora de la tarde. Tenía muchas anécdotas para ilustrar la constante intervención de la Virgen en todos los que acudían a visitarle: sucedidos que muestran el buen humor de Nuestra Madre; toques de gracia que habían dado un giro a toda una vida y que, después, agradecidos, lo plasmaban en el libro de firmas de la ermita… Nos caló hondo y reavivó nuestro entusiasmo para llevar en andas a la imagen de Nuestra Señora de Torreciudad, paseándola por la explanada, durante el rezo del Rosario. Había muchas cosas para confiarle. El broche para esas horas en Torreciudad fue la Bendición en el Santuario y el canto de la Salve. La visión era sensacional: desde el coro se veía toda la nave llena con mujeres cantando y empezando a poner por obra lo que habían ido escuchando: rezar y decisiones... Esa misma tarde pidió la Admisión como Supernumeraria una Cooperadora y otras dos le seguirían días más tarde. También alguna que no era Cooperadora se decidió a hacerlo.
La Jornada todavía ofrecía más ya que muchas pudieron visitar Entrearcos para rezar en el oratorio del centro que se encuentra en el lugar donde estaba la casa en la que nació nuestro Padre. También estaban abiertas para nosotras las puertas de la Iglesia de los Escolapios: allí nuestro Padre recibió la Primera Comunión hace cien años… Un día redondo que ha dejado su huella en todas y que nos anima a volver el año próximo con muchas más Cooperadoras.
El lema que nos llevamos para todas las que no han podido asistir son esas palabras de nuestro Padre: “Necesitamos Cooperadoras como tú, que recen, Cooperadoras como tú, que sonrían” y somos necesarias todas: rezando, sonriendo, trabajando y aportando la iniciativa de cada una que, sumada, es mucha. La tarea que tenemos por delante es apasionante.