Existe una juventud, callada y casi invisible, creativa y constructora, que marcará el ritmo. La incipiente población joven de este siglo XXI es, y aún más será, protagonista activa de la sociedad futura.
Es fundamental superar antiguos y anquilosados debates y juicios apriorísticos que ponen en tela de juicio, desde la desconfianza, los valores de la juventud. Creo que, más allá de la imagen de conjunto, hay otra juventud, existe una población joven que se caracteriza por su carácter activo, solidario y comprometido con su tiempo.
No se trata de una intuición personal, ni de un mero deseo inconsciente, sino de un dato que aportan los estudios estadísticos. Se trata de una minoría activa y comprometida que, en el conjunto de la masa pasa desapercibida, pero que merece nuestra atención, porque representa el buque insigne de la sociedad del futuro.
Como en tantos otros temas, uno no puede fiarse únicamente de las apariencias. Globalmente, definimos a todos los jóvenes de apáticos, acomodados, hedonistas, individualistas y apolíticos; pero existe otra juventud, callada y casi invisible socialmente que, desarrolla creativamente su vida y que se implica en la construcción de un mundo mejor. Las generalizaciones son forma de simplificar la complejidad de lo real.
Esta juventud, que cultiva valores como la fidelidad, la responsabilidad y la crítica, raramente aparece en los medios de comunicación de masas, raramente es objeto de atención, pero existe y requiere de nuestro reconocimiento y apoyo.
Esa actitud prepotente de los adultos que desprecian a las nuevas generaciones y sólo ven ellas contravalores y expresiones de la decadencia moral de Occidente es, siempre, una simplificación y adolece de cierta capacidad autocrítica.
Esta otra juventud, menos visible que la que se refleja habitualmente por los medios de comunicación de masas, ha venido mostrando y demostrando una actitud claramente crítica y sensible ante las injusticias, las discriminaciones y las desigualdades sociales, desde las más estructurales y globales a las que podemos tocar con los dedos en nuestras realidades locales, de las que tristemente está tan granada nuestra actualidad.
Su modelo de socialización se efectúa así más por la propia experimentación vivencial, bien sea individual o grupal, que por la reproducción de modelos de comportamiento recibidos de las generaciones que fueron jóvenes en décadas anteriores. Y es precisamente este proceso de socialización, basado en el método científico de prueba-ensayo-error, o sea, de experimentación y prueba, lo que justifica su perfil.
¿Cómo es esta otra juventud?
Es la generación con mayor nivel de autonomía personal para construir su universo de valores sociales, su proyecto vital. A juzgar por los estudios que han realizado, es la generación mejor preparada profesionalmente, que más medios materiales y recursos culturales y formativos han tenido en la historia.
Estos otros jóvenes sienten satisfacción por su vida en general, a pesar de sentir problemas como los del desempleo y la imposibilidad del acceso a la vivienda como grandes losas que impiden culminar sus expectativas de futuro. Valoran por encima de todo las relaciones interpersonales y el cómo se interactúa en el terreno de lo próximo, lo cotidiano, lo real.
Dejando atrás manidos tópicos, se puede aseverar que es una generación que se inclina a participar en movimientos sociales en defensa de diversos intereses sociales como la defensa de los derechos humanos, el ecologismo, el pacifismo, la justicia social para minorías y los colectivos vulnerables.
No son románticos, tampoco creen en lo imposible. Se comprometen en el espacio local, pero no militan en siglas, ni se aprenden libros ideológicos. Desconfían terriblemente de los líderes políticos, de los líderes sindicales y religiosos, pero anhelan referentes morales, figuras carismáticas.
La sociedad está compuesta de innumerables seres que individualmente pasan inadvertidos, pero que pueden convertirse en una gran masa capaz para cambiar gobiernos, promover la elaboración de leyes, o abolir tradicionales injusticias. Esta otra juventud es, en cualquier caso, una razón para la esperanza, un motivo para seguir luchando para un mundo mejor.
Estos jóvenes van a recoger nuestra antorcha. Los otros seguirán pasivamente las consignas de la sociedad. La realidad más inminente nos da claras muestras de ello y, en no pocos casos, el peso de esta otra juventud para propiciar estos procesos revolucionarios será determinante.