Los más de 200 refugiados que conviven en el Reception Center for Asylum Seekers de Zagreb, en Croacia, compartieron este verano sus historias con un grupo de voluntarias madrileñas que acudieron al país para trabajar junto al personal de la Cruz Roja.
“Ha sido solo un granito de arena en el desierto del drama de los refugiados, pero a nosotras nos ha cambiado”. Teresa, profesional de la Comunicación y docente, ha viajado este verano a Zagreb (Croacia) para trabajar, junto con otras 14 voluntarias, ayudando a los más de doscientos refugiados que viven en el centro de acogida de la capital croata.
Allí les esperaban personas llegadas desde Marruecos, Irán, Irak, Cuba, Afganistán, Siria, y todas las áreas de conflicto que rodean a los países de la Unión Europea. “Era como la ONU; había familias desintegradas, hermanos separados de sus hermanos, niños sin padres y padres sin hijos, maridos y esposas que esperaban poder reencontrarse de nuevo con sus cónyuges en algún momento… Y solo vimos una parte del drama”, relata Teresa.
El voluntariado, pilotado desde Madrid por la asociación Recoletos, nacía con el propósito de empoderar a un grupo de mujeres refugiadas alojadas en el Reception Center for Asylum Seekers de Zagreb, compartiendo con ellas los contenidos y herramientas aprendidos previamente por las voluntarias en sesiones sobre liderazgo femenino. Pero lo que empezó dirigido a un pequeño grupo de mujeres se convirtió en un proyecto mucho más amplio.
“Podríamos haber desarrollado el voluntariado en muchos lugares, o con colectivos de mujeres diferentes, pero el problema de los refugiados está constantemente en la prensa, y desde la asociación valoramos la necesidad de ayuda que tenían estas personas, que vagan de un país a otro y que no tienen dónde ir”, explicó Teresa.
El grupo entró entonces en contacto con una psicóloga de la Cruz Roja en el centro de refugiados de Zagreb, que les ayudó a enfocar y organizar el trabajo durante la estancia en Croacia. Las voluntarias se organizaron para clasificar y entregar a los refugiados materiales de higiene, sábanas y toallas limpias y otros útiles de aseo que se les facilitan cada semana.
También colaboraron en la organización de lotes de ropa procedente de la donación de un importante grupo textil que ha preferido permanecer en el anonimato. “Clasificamos ropa por sexos, edades, tallas, etcétera, y fuimos facilitándola a los refugiados pensando en sus necesidades”, añade.
Cosiendo relaciones rotas
Las voluntarias celebraron en Zagreb el Día del Refugiado, participando en un acto en el Museo de las Relaciones Rotas de la capital croata, donde se exhiben objetos que narran diferentes historias humanas. Eran muchos los refugiados que entregaban objetos y contaban sus personales odiseas hasta salir de sus países, desgarrados por la guerra o la hambruna.
Gente de diferentes lenguas y países, sin embargo, se entendían gracias a una especial corriente de simpatía solidaria que les impulsaba a hacer cosas los unos por los otros. Algunos de ellos, por ejemplo, han logrado poner en marcha un pequeño restaurante en Zagreb, y trajeron comida para el resto. Otro amenizó la velada con su música y sus canciones. Y todos aprovecharon para dar a conocer algo de sí mismos, y compartir parte del peso que todavía llevan sobre los hombros.
Una de las jornadas más emocionantes para las voluntarias fue la que dedicaron a animar a los refugiados durante un campeonato de fútbol. “A veces te crees más útil cuando haces cosas, cuando acometes tareas, y ese día lo dedicamos a hablar con ellos. Fue uno de los días más emocionantes: nos contaron historias increíbles. Algunas de ellas las entendimos gracias al traductor de Google, pero fue impresionante”, subraya Teresa.
Historias que marcan vidas
Una de las historias que más les impresionaron fue la de Ali Noghandoost, un taekwondista que tras muchos peligros ha encontrado un prometedor futuro deportivo en Croacia, a donde llegó en 2015. Su historia completa fue narrada hace unos años por la agencia de noticias Efe.
Ali procede de Irán, y cruzó los Balcanes con apenas 24 años. Tras muchas peripecias a lo largo de Europa, y después de experimentar la traumática separación de sus hermanos, logró afincarse en Zagreb, y llegar a ser miembro del mejor club croata de taekwondo masculino, el Jastreb, con el que ha logrado ya varios trofeos.
El traductor de Google les permitió conocer también el periplo de un refugiado kurdo que huyó de Afganistán recorriendo Hungría y Bosnia antes de llegar a Croacia. Al salir de su país recibió varios disparos por parte de los talibanes en las piernas, y todavía tenía parte de las balas en uno de sus tobillos, lo que le dificultaba enormemente caminar. “Estaba envejecido: aparentaba 40 años y tenía sólo 23”, refiere Teresa.
Otro de los refugiados, procedente de Irán, imprimía biblias en su país de manera clandestina, y fue denunciado por el personal de su empresa tras ser descubierto, viéndose forzado a huir del país.
La experiencia, según Teresa, ha sido única y ha marcado, especialmente, a las voluntarias, que pensaban aportar una formación y unos conocimientos y han regresado a España con las manos llenas y la mochila cargada de historias para no olvidar.
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