Amparo, desde muy joven, se preguntaba continuamente qué era lo que Dios quería de ella: “Mi esposo y yo tuvimos una librería durante más de 20 años. Fuera, veía que había mucha gente en la calle, de todo tipo. Al verlos, pensaba: Señor, yo pude haber estado en esa situación”.
Un día, un sacerdote, amigo de su familia, les contó cómo san Josemaría Escrivá de Balaguer visitaba a los pobres y a los enfermos de Madrid. Poco tiempo después, una de las hijas de Amparo la recibió con unos brownies y una sonrisa: “Ándale, mamá. Cuando estábamos chiquitas, tú nos llevabas a visitar pobres. Así que los hice para repartirlos”.
Así, comenzó la distribución de alimentos a los más necesitados. En las calles de la ciudad, en el malecón y en las vías del tren, Amparo hacía lo que podía por discapacitados, vagabundos y ancianos en condición de enfermedad y abandono.
En 2008, poco después de conocer las historias de muchos presos en una visita al Centro de Readaptación Social y palpar la necesidad de hacer algo por tanta gente rechazada por la sociedad, surgió la idea de ofrecer la ayuda a través de una asociación civil. Esto facilitaría tener presencia y reconocimiento, de tal manera que muchas personas la conocieran y se comprometieran.
El comienzo no fue fácil; las dificultades se sucedían una tras otra. Amparo sabía que el secreto era confiar: “Eso es lo más importante: poner todo en las manos de Dios. Notaba cómo nunca me dejaba sola”. Finalmente, el 21 de octubre de 2010, la asociación fue dada de alta con el nombre “Amigos de San Josemaría Escrivá de Balaguer, A.C.”.
“Tenía que llevar el nombre de san Josemaría. Eso lo tuve claro desde el principio”. Siendo todavía muy joven, Amparo estuvo gravemente enferma; durante esta temporada, su devoción por el Fundador del Opus Dei comenzó a crecer: “Siempre tenía conmigo la estampita de san Josemaría, siempre en el hospital; nunca me separé de ella”. Poco después, quedó completamente curada: “Desde entonces, me di cuenta que tenía que dar un testimonio de vida”.
“Esto es de Dios: Él sabe cómo maneja los corazones. Por eso, ir a la Basílica de Guadalupe me ayuda mucho”. Amparo hace continuas visitas a la capital de país para estar con la Virgen Morena. “Cuando voy a la Ciudad de México, mi hija dice: ‘mi mamá no viene a verme a mí; viene a ver a la Virgen y luego se pasa conmigo’”.
Un comedor y un albergue en Mazatlan
Hoy, “Amigos de San Josemaría Escrivá de Balaguer” cuenta con un comedor y un albergue en la ciudad de Mazatlán, Sinaloa. En el primero, se sirve comida para aproximadamente 100 personas diariamente, además de ofrecer regaderas y ropa limpia. El albergue se dedica al cuidado de adultos mayores, enfermos en etapa terminal e indigentes con lesiones severas; les ofrece un lugar temporal donde pueden ser atendidos, mientras son canalizados a un hospital o alguna otra entidad que cuente con los medios para brindarles la atención especial necesaria.
“A través de ese trato que se da a las personas en la asociación, hemos aprendido muchísimo. Cuando tengo alguna dificultad o noto que alguien es indiferente me ayuda a olvidar las dificultades llegar a la Casa Hogar y ver el gusto que les da verme”.
La asociación continúa creciendo. En 2015 abrió un nuevo comedor en Rosario, Sinaloa, ciudad natal de Amparo, y en noviembre de 2017 abrió un nuevo espacio para atender a enfermos mentales y ancianos abandonados.
Más de 15 años después, la pregunta de Amparo ha tomado la forma de comedores y de albergues, de una fe gigante y de mucha confianza en Dios.“Yo misma estoy sorprendida de que esto haya salido adelante. Sí, he batallado mucho, pero estoy feliz de estar haciendo lo que estoy haciendo. Sé que hay muchas personas rezando por la asociación; Dios está poniendo todo”.