


Álvaro situó la cuestión en el contexto actual, de un gran cambio tecnológico que se acelera con la convergencia de la nanotecnología, la cibernética y la bioingeniería. A diferencia de los anteriores saltos tecnológicos desde la primera Revolución Industrial, el actual no cambia solamente la forma de conocer o de producir; empieza a ser capaz de cambiar al propio ser humano. Por ejemplo, el método conocido como CRISPR, aunque aún incipiente, permite manipular el genoma humano, incluso en la línea germinal, de modo que las modificaciones no se quedarían en un individuo, sino que se transmitirían a la descendencia.
El transhumanismo sostiene que la tecnología puede y debe usarse para mejorar, no ya las condiciones de vida, sino nuestra misma especie, de suerte que seremos no simplemente humanos, sino transhumanos. Podremos ser “superinteligentes”, fundiendo nuestra mente con la inteligencia artificial, que en un futuro más o menos próximo, dicen los seguidores de esta corriente, alcanzará la autoconciencia. Se logrará, añaden, vencer la enfermedad y aun la muerte, que será optativa: viviremos cuanto tiempo queramos. Sortearemos el desgaste natural del organismo transfiriendo nuestra conciencia, como los datos de un disco duro, a otro cerebro artificial insertado en un cuerpo nuevo. Así lo muestra un breve vídeo divulgativo producido por una asociación transhumanista británica, que Álvaro quiso proyectar para que conociéramos las propuestas del transhumanismo tal como las presenta el propio movimiento.
Algunas de esas promesas parecen utópicas; pero otras se harán realidad. Y, llegue hasta donde llegue, el proyecto transhumanista suscita cuestiones éticas. Álvaro destacó, entre otras, el amplio recurso a la eugenesia y al control de población que implicaría. Las dejó simplemente apuntadas para dar espacio a preguntas y comentarios que se prolongaron hasta la hora del almuerzo.

D. José Carlos, historiador y sacerdote, desde hace algunos años trabaja en la vicepostulación del Opus Dei en España, o sea, la oficina que se encarga de las causas de canonización de miembros de la Obra fallecidos con fama de santidad. Contestó a nuestras preguntas aunque no muchas, porque nos dieron las cuatro de la tarde y aún faltaban dos puntos del programa. Vimos unos breves documentales sobre Guadalupe y la curación que fue reconocida como milagro por la Santa Sede. Y en el oratorio del IESE, un poco apretados, como por la mañana en la meditación y la Misa, asistimos a la exposición y bendición eucarística, para terminar cantando la Salve.
No eran aún las cinco cuando nos despedimos hasta la próxima convivencia, que esperamos poder tener dentro de unos seis meses, como de costumbre.